

Si el ave lucha por liberarse cuando el tubo atraviesa la garganta, o si el esófago se contrae por inducción al vómito, corre el riesgo de asfixia y de perforación del cuello.
La introducción del tubo provoca lesiones acompañadas de infección por gérmenes y una inflamación muy dolorosa. La alimentación no equilibrada, y forzada en cantidad, provoca con frecuencia enfermedades del sistema digestivo potencialmente mortales.
Inmediatamente después de cada sesión de alimentación forzada el ave sufre ahogo y diarrea. El crecimiento anormal del hígado le impide respirar y hace que todos sus movimientos sean extremadamente dolorosos.
Si este tratamiento se realiza de forma continuada, provocará la muerte de los animales. Se llevan al matadero antes de que la muerte les llegue como consecuencia de lo que les han hecho.
La violencia inherente a la producción del foie gras justificaría por sí misma la prohibición. Pero para muchos de estos animales, el infierno que atraviesan no se limita a la brutalidad de la alimentación forzada. A muchos de ellos se les arranca parte del pico sin anestesia, con unas tenazas o unas tijeras.
Es propio de los patos pasar gran parte de su vida en el agua. En estas “granjas”, muchas aves están encerradas en cobertizos, dentro de cajones en los que el suelo de tela metálica les destroza las patas.
¿Cómo puede, el simple placer de comerse un hígado, justificar que se imponga una vida tan terrible a un ser vivo que, como nosotros, puede sentir el dolor y la angustia? ¿Tenemos derecho a permanecer sordos ante este sufrimiento, y a no dar la cara contra esta esclavitud inmoral, sólo porque pertenecen a otra especie?
Hay leyes que protegen a los animales contra la tortura y la crueldad. Hay un quebrantamiento deliberado de estas leyes en el caso de los 30 millones de animales que cada año se usan para el foie gras, sobre todo en Francia. Nos dicen que el “sufrimiento necesario” es aceptable. Pero consumir este producto es absolutamente innecesario. Nadie, ni siquiera lo que se lucran de este comercio, puede afirmar lo contrario.
El precio por kilo del foie gras va bajando en el mercado para el bolsillo de los compradores, mientras que los animales, con el martirio deliberado de su cuerpo, lo pagan muy caro cada día.
¿Qué? ¿Cómo os habeis quedado?
Sin palabras.......